domingo, 2 de agosto de 2015

Solo un gatito y la soledad acompañan a Manuelita


Solo un gatito y la soledad, acompañan a Manuelita

No recuerda ni cuando nació, pero sus vecinos dicen que ya debe estar pisando los 90 años de edad. A Manuelita Caiza nunca le gustó usar zapatos, por eso sus pies  eran reventados del frío, del sol y la lluvia. Pero hace pocos meses atrás sus hijos: María y Luis, le obligaron a calzar unos zapatos de los cuales  aún reniega por la falta de costumbre.

La sorprendí solita, como casi siempre. Ella pasa la mayor parte del tiempo en el  patio de su humilde casa ubicada en la parroquia rural de Nono, al noroccidente de Quito. Sus bastones son dos palos de escoba pero los maniobra con habilitad y le ayudan a mantenerse en pie y no perder el equilibrio.

Viste un follón azul, blusa crema y chalina ploma. Su cabeza tapa un sombrero bastante viejo y descolorido. Y por sus piernas pasa y repasa un hermoso gatito plomo al que lo llama “Michu”.

A pesar de su edad y su visible sufrimiento, tiene una mirada vivaz, una voz clara, sonrisa amplia y memoria intacta.

¿Cómo se llama abuelita?
Manuela Caiza LLigue

¿Recuerda en qué año nació?
Ya no me acuerdo, pero creo que ya tengo 100 años. Nací en Alaspungo (uno de los recintos de Nono, a 30 minutos del centro poblado).

¿Cómo se llamaban sus padres?
Eladio Caiza y mi mamacita, Isolina LLigue.

¿Cuántos hermanos tiene?
Tres, pero dos ya son muertos

¿Qué recuerda de su juventud, Manuelita?
Yo andaba trabajando de un lado para el otro. Era cocinera en varias haciendas de aquí y también en algunas casas. A veces andaba lavando ropa. Con esos mediecitos que me ganaba crié a mis dos hijos: María y Luis.

¿Con quién vive ahora?
Solitica, solitica. Mis hijos me vienen a ver cada fin de semana porque trabajan en Quito. Solo este gato me acompaña, nadie más. La comida me traen del salón donde mis hijitos dejan pagando.

Eso nos cuenta Manuelita, quien dice que durante toda su vida ha vivido en el pueblo de Nono. De ahí no ha salido casi nunca. Solo unas tres veces viajó hasta Cotocollao, y nada más…

Ahora su vida trascurre en su humilde casa donde lo acompañan sus dos bastones de palo y su gatito cariñoso y juguetón…..

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