lunes, 31 de agosto de 2015
domingo, 2 de agosto de 2015
En Quito: visitar La Compañía de Jesús es una buena opción
Visitar la Compañía de Jesús, es una buena opción
Si no lo sabía…. le contamos que la iglesia de la Compañía de Jesús,
ubicada en la calle García Moreno y Sucre, es uno de los mayores símbolos del barroco de América Latina.
Hoy convertida en iglesia museo ofrece la alternativa de conocerla y
recorrer cada uno de sus rincones. El ingreso para adultos mayores es gratuito
y se la puede visitar de lunes a jueves de 09:30 a 18:30; viernes, de 09:30 a
17:30; sábados, de 09:30 a 16:00 y domingos de 12:30 a 16:00.
El ingreso para grupos puede ser solicitado al correo electrónico
ficj@fundacioniglesiadelacompania.org.ec
Entre los atractivos que guarda la Compañía de Jesús están en primer
lugar sus preciosos retablos. Son
tallados y relucen sus dorados conseguidos con finas láminas de oro.
La imponente fachada es de estilo barroco. Fue levantada en piedra gris
de origen volcánico. Cada centímetro está labrado con ángeles, arcángeles y símbolos
eclesiásticos.
Otra pieza interesante es su púlpito. El mismo está decorado con 250
pequeños querubines. Su labrado demoró 10 años (de 1735 a 1745) y el encargado
de colocar las láminas en pan de oro fue nada más ni nada menos que el propio
Bernardo de Legarda.
El recorrido por el interior de este templo también nos deja admirar sus
cuadros. Entre ellos están 16 de los profetas, atribuidos a Nicolás Javier Goribar,
artista quiteño del siglo XVIII.
También hay otros del pincel de Hernando de la Cruz, son los dos
grandes lienzos originales del Infierno y del Juicio Final, sus facsímiles que
están en esta iglesia, fueron pintados por Alejandro Salas en el siglo XIX y
cuelgan en los extremos norte y sur del santuario.
Sobre los arcos también están las escenas bíblicas de Sanson y Dalila,
de José (hijo de Jacob) y otras anónimas del siglo XVIII de la afamada Escuela
Quiteña.
Las campanas guardan su sonido en un sitio
especial
Al fondo de la iglesia se puede mirar, en cambio, las seis campanas que –según dicen- formaron
parte de una de las torres más altas de Quito, la de esta iglesia. Son de
varios tamaños y pesos, la más grande data de 1926 y pesa 4.400 libras;
mientras que la pequeñita y más antigua es de 1877 y pesa 140 libras.
Conozca la tierra del colibrí Zamarrito Pechinegro a pocos minutos de Quito
Las aves llegan a tomar agua y alimentarse |
Fotografía captada en los exteriores del restaurante El Bife |
En las faldas del Pichincha existen muchos lugares como éste. |
Restaurante El Bife en pleno centro poblado de Nono |
Conozca la tierra
del colibrí “Zamarrito Pechinegro” a pocos minutos de Quito-Ecuador
Tanto en las rutas ecológicas como en el Restaurante “El Bife” se ve de
cerca a múltiples aves de la zona
Los grupos de adultos mayores del distrito tienen la opción de visitar uno de los lugares más
ecológicos del cantón Quito, ubicado a tan solo 35 minutos del área urbana de
la ciudad.
Le hablamos de Nono, parroquia
rural ubicada en las faldas del Pichincha, cuna del ave emblemática de Quito (el
colibrí Zamarrito Pechinegro) especie endémica, propia y
exclusiva de las estribaciones
noroccidentales del Pichincha. Hace algunos años el Zamarrito Pechinegro y la
Flor del Taxo, fueron declarados Ave y Flor Emblemática de Quito.
Para
mirar a estas aves el recorrido comienza en Yanacocha, a 6 kilómetros de la
ciudad subiendo a la altura del nuevo intercambiador de la avenida Machala y
Mariscal Sucre, hacia el occidente.
A
10 minutos de ahí ya están las propias
faldas del Pichincha, donde existen varias eco rutas. La más trajinada es el
“Paseo del Quinde” que incluye hermosos paisajes y el avistamiento de pájaros, como
el Zamarrito Pechinegro.
Juan
José Pérez, guía turístico de estas rutas comenta que el paseo inicia en
Yanacocha. Luego se desciende a Nono para seguir al “Paraíso del Pescador”, en
la localidad de Tandayapa y llega a su
fin en Mindo. Ahí la imaginación vuela al igual que las hermosas mariposas de
la zona.
En
Yanacocha, si se está de suerte se puede mirar el vuelo del cóndor y también se
dejan ver curiquingues, águilas, halcones, gavilanes y la gran variedad de
colibríes.
En el restaurante el
Bife los colibríes le dan la bienvenida
Para
ver de cerca a los colibríes también basta llegar al restaurante “El Bife”,
ubicado a la entrada de Nono. En este lugar se vive el encanto de alimentarse
rodeados de estas hermosas aves. El Bife nació hace 11 años. Sus propietarios, Pepe Hermosa y
Alicia Enríquez, nos cuentan sus bondades.
¿Hay muchos colibríes aquí?
Tenemos
colocados varios bebederos hacia donde llegan decenas de colibríes y otras aves
que son un encanto para quienes las pueden mirar de cerca.
¿Qué días atiende el
restaurante el Bife?
Está
abierto los fines de semana: sábados, domingos y feriados
El
Pichincha, la casa de los colibríes
Dentro del Distrito el volcán Pichincha se identifica como un
escenario natural en cuyas estribaciones boscosas se alberga a la más alta
diversidad de colibríes del planeta.
El Zamarrito Pechinegro, es una especie endémica del Distrito, propia y
exclusiva de esta localidad.
Su figura es delicada y fugaz. Está considerada en peligro
crítico de extinción por la destrucción de su hábitat. Por aquello se requieren
acciones urgentes para fomentar su conservación.
Solo un gatito y la soledad acompañan a Manuelita
Solo
un gatito y la soledad, acompañan a Manuelita
No recuerda ni cuando nació,
pero sus vecinos dicen que ya debe estar pisando los 90 años de edad. A
Manuelita Caiza nunca le gustó usar zapatos, por eso sus pies eran reventados del frío, del sol y la lluvia.
Pero hace pocos meses atrás sus hijos: María y Luis, le obligaron a calzar unos
zapatos de los cuales aún reniega por la
falta de costumbre.
Viste un follón azul, blusa
crema y chalina ploma. Su cabeza tapa un sombrero bastante viejo y descolorido.
Y por sus piernas pasa y repasa un hermoso gatito plomo al que lo llama “Michu”.
A pesar de su edad y su
visible sufrimiento, tiene una mirada vivaz, una voz clara, sonrisa amplia y memoria
intacta.
¿Cómo
se llama abuelita?
Manuela Caiza LLigue
¿Recuerda
en qué año nació?
Ya no me acuerdo, pero creo
que ya tengo 100 años. Nací en Alaspungo (uno de los recintos de Nono, a 30
minutos del centro poblado).
¿Cómo
se llamaban sus padres?
Eladio Caiza y mi mamacita,
Isolina LLigue.
¿Cuántos
hermanos tiene?
Tres, pero dos ya son
muertos
¿Qué
recuerda de su juventud, Manuelita?
Yo andaba trabajando de un
lado para el otro. Era cocinera en varias haciendas de aquí y también en
algunas casas. A veces andaba lavando ropa. Con esos mediecitos que me ganaba crié
a mis dos hijos: María y Luis.
¿Con
quién vive ahora?
Solitica, solitica. Mis
hijos me vienen a ver cada fin de semana porque trabajan en Quito. Solo este gato
me acompaña, nadie más. La comida me traen del salón donde mis hijitos dejan
pagando.
Eso nos cuenta Manuelita,
quien dice que durante toda su vida ha vivido en el pueblo de Nono. De ahí no
ha salido casi nunca. Solo unas tres veces viajó hasta Cotocollao, y nada más…
Ahora su vida trascurre en
su humilde casa donde lo acompañan sus dos bastones de palo y su gatito
cariñoso y juguetón…..
En Quito Ecuador: Los jubilados dan vida a la Plaza Grande
Un lugar de
encuentro, para hacer amistades y hasta para calentarse en las frías mañanas
quiteñas es para decenas de jubilados, sentarse en la Plaza Grande o Plaza de
la Independencia.
Carlos
Tello, de 78 años de edad, retirado de la Policía Nacional tras 22 años de
trabajo ahora tiene su “puesto fijo” en una de las bancas de la Plaza Grande.
Hacia este lugar asiste durante 3 años
seguidos. “Aquí a nosotros nos dicen que estamos en el parque de las palomas
muertas, pero no es así, aquí más bien nos vuelve la vida y hacemos amistades. “Lo
que más me gusta es la tranquilidad que hay aquí”, dice don Carlos.
Él vive en
la Ferroviaria Alta pero aquello no es
impedimento para llegar todos los días a esta plaza, donde permanece hasta
cinco horas cada día.
Junto a
Carlos Tello, encontramos a José Herrera. Viste pantalón plomo y una chompa
azul que combina con una camisa blanca. Con una mirada de alegría nos comenta
que él también es jubilado de la Policía Nacional. Trabajó en el Escuadrón de Sables
(grupo de caballería que controlaba los espacios públicos). “Yo me acuerdo que
en ese escuadrón hicimos un concurso y yo le gané a mi hermano, él se cayó. Eso
fue en el Rancho San Vicente”.
Don Carlos recuerda
a “Flechador”, su caballito de procedencia argentina. “A esos caballos hay que
saber tratarles, son igual que los perros, cuando ya le conocen al amo son
mansitos”.
Dice que
para él la Plaza Grande es su sitio preferido. “Para mí es el paraíso. Aquí veo
de todo, converso con mis amigos, estoy en las charadas, nos contamos nuestras
cosas, Aquí vivimos nuestros últimos días”.
Para mi esta
es mi segunda casa, manifiesta Rodrigo Palacios, otro usuario de este lugar. “Yo vengo desde Puengasí. Venir acá es una terapia
porque en mi casa me tienen ¡pásame la escoba!, ¡pásame la pala!, ¡dame comprando
la leche!, ¡que fue la carne!. Yo no nací para eso. Acá vengo ya 10 años y me
siento feliz”, manifiesta con una mirada alegre.
Como estos
jubilados, muchos más ocupan diariamente este espacio. Leen, se lustran los
zapatos o simplemente disfrutan del ir y venir de la gente y eso llena sus
corazones y les alegra la vida……
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